Del discurso al día a día: cómo comunicar el propósito desde la cumbre hasta los equipos

Por Marina Elena, experta en comunicación y propósito corporativo

Cada vez el ecosistema de la economía del propósito es más amplio y visible. Sin embargo, vivirlo, gestionarlo y, sobre todo, comunicar el propósito corporativo de forma coherente sigue siendo uno de los grandes retos para las organizaciones.

Muchas empresas han definido su propósito, pero no siempre logran convertirlo en una fuerza viva que guíe las decisiones estratégicas y conecte de forma auténtica con las personas.

Y, sin embargo, la transición hacia una economía del propósito ya está en marcha. Hablamos de una nueva manera de entender la empresa, donde el crecimiento económico y el impacto social y ambiental no son caminos opuestos, sino dimensiones que se refuerzan mutuamente.

Las compañías que integran el propósito en su ADN no solo contribuyen al bien común: también son más innovadoras, resilientes y atractivas para el talento, los clientes y los inversores.

Porque el propósito, cuando es real, no es un mensaje. Es una manera de estar en el mundo.

1. El propósito como motor de valor

Cada vez más evidencias lo confirman. Estudios de organizaciones como McKinsey, Deloitte o EY muestran que las empresas guiadas por propósito obtienen mejores resultados financieros, mayor retención de talento y una reputación más sólida.

La clave no está en “vestir” de sostenibilidad la narrativa, sino en alinear la estrategia de negocio con valores humanos y sociales. Cuando el propósito es auténtico, actúa como un verdadero motor de valor a largo plazo.

2. De la alta dirección a la cultura cotidiana

El propósito empieza en la alta dirección, pero solo cobra vida cuando se traduce en comportamientos y decisiones diarias. Debe estar presente en la planificación estratégica, en la gestión del talento, en las políticas de innovación, en las métricas de éxito y en la forma de construir alianzas.

Cuando el liderazgo lo asume como brújula, el resto de la organización encuentra una narrativa clara y coherente que da sentido a su trabajo.

Para que esto ocurra, el propósito debe descender a los equipos, traducirse a su lenguaje y conectar con su día a día operativo. Sin esta bajada a tierra, el propósito corre el riesgo de quedarse en un concepto aspiracional sin impacto real.

3. Comunicar con alma y coherencia

Una empresa con propósito no necesita repetirlo constantemente: se nota. Se refleja en cómo trata a sus empleados, cómo gestiona los errores, cómo elige a sus proveedores y cómo participa en la conversación pública.

Comunicar bien el propósito no consiste en hablar de valores, sino en mostrar cómo esos valores guían las decisiones y las acciones. La autenticidad y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace son la base para generar confianza, credibilidad y reputación.

4. La economía del propósito: un cambio de paradigma

La economía del propósito no es un movimiento idealista. Es una transformación estructural que redefine cómo entendemos el éxito empresarial.

Hoy, las empresas ya no se valoran solo por lo que ganan, sino también por lo que aportan: su capacidad de generar valor compartido, cuidar el entorno y construir futuro.

En este contexto, el propósito debe reflejarse de forma consistente en la estrategia, la cultura y la comunicación, integrándose en cada decisión y comportamiento cotidiano.

5. Tips prácticos para empresas

Para que el propósito no se quede en el discurso, estas son algunas claves prácticas:

  • Hazlo tangible: conecta el propósito con acciones concretas y medibles en cada área de la empresa.
  • Comunica desde los hechos: utiliza ejemplos reales, historias internas y resultados que evidencien el impacto del propósito.
  • Involucra a todos los niveles: el propósito no puede ser solo de la cúpula; cada equipo debe entender cómo contribuye a la misión.
  • Intégralo en la estrategia: asegúrate de que las decisiones de negocio y las métricas de éxito reflejan el propósito.
  • Revisa y ajusta: mide la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, y realiza cambios cuando sea necesario.

El propósito, cuando se integra de forma coherente en la cultura y la estrategia, se convierte en una fuerza transformadora capaz de generar prosperidad con sentido.

Esa es la verdadera ventaja competitiva de las empresas del futuro: la capacidad de crecer siendo fieles a su razón de ser.