Ayer fue el día mundial de la pérdida y desperdicios alimenticios, un buen momento para reflexionar sobre uno de los principales retos de la humanidad en la próxima década, la desigualdad social, y sin duda el acceso de la alimentación desigual es un claro reflejo de esta situación. 

La pérdida y el desperdicio de alimentos no solo afectan el medio ambiente y la economía, sino que también tienen un profundo impacto en la lucha contra el hambre. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), si tan solo una cuarta parte de los alimentos desperdiciados a nivel global se recuperara, se podría alimentar a los 828 millones de personas que padecen hambre en el mundo. 

Una contradicción global 

Es paradójico que, mientras una parte significativa de la población mundial enfrenta inseguridad alimentaria, alrededor del 30% de los alimentos producidos se pierden o se desperdician. Esta situación es particularmente aguda en países desarrollados, donde los alimentos se desperdician principalmente en las etapas de consumo y venta minorista, mientras que en los países en desarrollo, la mayor parte de las pérdidas ocurre durante la producción, el transporte y el almacenamiento debido a la falta de infraestructura adecuada. 

Causas del hambre y desperdicio 

Existen varias razones que explican esta contradicción: 

– Desigualdad en la distribución: aunque se produce suficiente comida para alimentar a toda la población mundial, su distribución es desigual. Grandes cantidades de alimentos se desperdician en regiones donde hay abundancia, mientras que en áreas empobrecidas la falta de acceso y recursos mantiene altos niveles de hambre. 

– Infraestructura inadecuada en países en desarrollo: los pequeños agricultores en países en vías de desarrollo a menudo no tienen acceso a tecnologías de conservación o transporte eficiente, lo que resulta en una pérdida significativa de alimentos antes de que lleguen a los mercados. Esto agrava la inseguridad alimentaria en regiones vulnerables. 

El impacto en el hambre mundial 

Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos tiene el potencial de mitigar el hambre. Los alimentos que actualmente se pierden en la cadena de suministro podrían redistribuirse a poblaciones necesitadas. Además, una mejor planificación y gestión de los recursos alimentarios podría liberar recursos financieros que se podrían reinvertir en programas de asistencia alimentaria. 

La FAO y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) destacan que el problema del hambre no solo es una cuestión de cantidad de alimentos, sino de acceso. Al abordar el desperdicio alimentario, se pueden hacer más alimentos disponibles a precios accesibles en mercados donde la inseguridad alimentaria es alta, aumentando el acceso para las poblaciones más vulnerables. 

Soluciones que vinculan el desperdicio de alimentos y el hambre 

Para combatir tanto el desperdicio de alimentos como el hambre, se pueden implementar las siguientes estrategias: 

– Mejora de la infraestructura en países en desarrollo: inversiones en tecnologías de almacenamiento y transporte pueden reducir las pérdidas en la fase de producción, aumentando la disponibilidad de alimentos. 

– Redistribución de alimentos excedentes: supermercados, restaurantes y productores pueden donar excedentes de alimentos a bancos de alimentos y organizaciones benéficas que se encargan de distribuirlos entre personas en situación de inseguridad alimentaria. 

– Políticas públicas y legislación: la creación de leyes que incentiven la donación de alimentos y penalicen el desperdicio masivo puede ser un motor de cambio significativo. 

– Educación y concienciación: a nivel doméstico, las campañas que fomenten la correcta planificación de las compras y el uso adecuado de las fechas de caducidad pueden reducir el desperdicio de alimentos. 

 

Si se lograran reducir las pérdidas y el desperdicio de alimentos, se podría dar un paso crucial hacia un sistema alimentario más equitativo y sostenible. Esto no solo reduciría el impacto ambiental, sino que ayudaría a abordar la paradoja del hambre en un mundo que produce alimentos en exceso. Lograr este equilibrio es clave para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular el ODS 2: Hambre Cero y combatir la desigualdad tan acuciante entre clases sociales, que pone en grave riesgo el bienestar en el mundo. 

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