En los últimos años, el concepto de la «Woke Economy» ha ganado visibilidad en el debate público, especialmente a medida que las empresas y las marcas se ven cada vez más empujadas a tomar posturas en cuestiones sociales y políticas (especialmente en empresas Americanas) . Pero, ¿cómo se relaciona este fenómeno con la «Economía del Propósito», que busca un balance entre el crecimiento económico y la generación de valor social?. Desde mi punto de vista, todo “radicalismo” no favorece, la transformación de nuestro modelo económico, que necesita, más que nunca, crear puentes entre el mundo corporativo y los grandes retos sociales y medioambientales. Aunque en el fondo, por lo menos hay debate…hace 15 años, me miraban los empresarios como a un marciano (de los buenos….jajaja)  

La «Woke Economy» se refiere a la tendencia empresarial de adoptar y promocionar valores progresistas y políticas inclusivas en respuesta a la creciente demanda de los consumidores y empleados por más responsabilidad social. Las empresas se ven presionadas para abordar cuestiones como la equidad de género, la justicia racial, la sostenibilidad ambiental, y los derechos LGBTQ+, entre otros. El término «woke» proviene de la palabra inglesa que significa «despierto», en el sentido de estar consciente de las injusticias sociales y los problemas sistémicos. 

Algunos ejemplos de acciones relacionadas con la «Woke Economy» incluyen: 

– Marcas que se pronuncian públicamente a favor de movimientos sociales como Black Lives Matter o Me Too. 

– Implementación de políticas empresariales que promueven la diversidad y la inclusión en el lugar de trabajo. 

– Compromisos públicos con la neutralidad de carbono o iniciativas de sostenibilidad. 

– Alianzas con ONGs o causas sociales para abordar temas específicos. 

 

La Economía del Propósito va más allá de la «Woke Economy» en su enfoque. Mientras que la Woke Economy se centra en gran medida en responder a cuestiones sociales específicas y a menudo inmediatas, la Economía del Propósito tiene una visión más amplia y de largo plazo. En este modelo, las empresas no solo buscan obtener ganancias, sino también crear un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente, con un enfoque que alinea los intereses de todos los grupos de interés: accionistas, empleados, comunidades y el planeta. A diferencia de la Woke Economy, que puede ser vista como una respuesta reactiva a las demandas sociales, la Economía del Propósito busca construir un modelo empresarial basado en valores que estén profundamente arraigados en la misión y la visión de la organización. En este sentido, es un compromiso a largo plazo que permea cada aspecto de la empresa. 

 

Hay varios puntos de convergencia entre la Woke Economy y la Economía del Propósito: 

 

  1. Demanda de los Consumidores y Empleados:*Ambas tendencias responden al creciente deseo de los consumidores de apoyar a marcas que reflejen sus valores, y a la demanda de los empleados de trabajar en empresas con propósito. Según estudios, las nuevas generaciones de consumidores (particularmente los millennials y la Generación Z) prefieren asociarse con empresas que se alinean con sus principios éticos y sociales.
  2. Responsabilidad Social Corporativa (ESG): Tanto la Woke Economy como la Economía del Propósito reconocen la importancia de la responsabilidad social corporativa. Las empresas deben ser transparentes en sus prácticas y ser responsables de su impacto en la sociedad.
  3. Marketing con Propósito: El marketing se ha convertido en una herramienta clave en ambos enfoques. Las marcas que adoptan posturas en temas sociales utilizan campañas que destacan su compromiso con ciertos valores, intentando generar una conexión emocional con los consumidores.

 

A pesar de sus similitudes, también existen tensiones entre la Woke Economy y la Economía del Propósito. Una crítica común a la Woke Economy es que muchas empresas la utilizan como una estrategia de marketing superficial o para mejorar su imagen sin un compromiso real con el cambio. Esto ha llevado al fenómeno del “woke-washing”, donde las empresas promueven una imagen progresista, pero sin acciones significativas detrás de esos mensajes. 

Por otro lado, la Economía del Propósito, al estar más arraigada en los valores fundamentales de las organizaciones, tiende a evitar este tipo de superficialidad. Sin embargo, la transición hacia un modelo de negocio con propósito auténtico puede ser más lenta y complicada, ya que requiere una transformación cultural y estructural profunda dentro de la organización. 

El auge de la Woke Economy ha tenido un impacto significativo en la forma en que las empresas operan y en cómo los consumidores toman decisiones. Las marcas que adoptan posturas en temas sociales a menudo logran atraer a un público leal y ganar visibilidad en el mercado. Sin embargo, también corren el riesgo de alienar a ciertos segmentos de su base de clientes que no comparten esos valores. En cuanto a la Economía del Propósito, su impacto es más profundo y duradero. Las empresas que operan bajo este modelo no solo buscan maximizar el beneficio financiero, sino también generar un impacto positivo en la sociedad y el medio ambiente. Esto puede conducir a modelos de negocio más sostenibles a largo plazo y fomentar una mayor lealtad tanto de los consumidores como de los empleados. 

 

En definitiva, tanto la Woke Economy como la Economía del Propósito son respuestas a un mundo en el que los consumidores, los empleados y los inversores, demandan más responsabilidad y transparencia por parte de las empresas. Si bien la Woke Economy puede parecer una respuesta rápida a las presiones sociales, la Economía del Propósito tiene el potencial de ser un enfoque más integral y sostenible. En última instancia, las empresas que logren combinar ambos enfoques, manteniendo un compromiso genuino con los valores sociales mientras persiguen un impacto positivo a largo plazo, serán las que definan el futuro del sector empresarial. El verdadero reto radica en cómo las organizaciones podrán demostrar que su «despertar» va más allá de las palabras y el marketing, transformándose en una fuerza real de cambio en el mundo, tan necesario y urgente. 

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